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Carpe Diem

Todo el mundo conoce esta famosa expresión, pero pocos son quienes la comprenden, o la siguen de manera constante, más allá de una noche de copas o unas pequeñas vacaciones.

Vivimos en una sociedad que avanza demasiado deprisa, el dinero ha hecho que todo gire cada vez más rápido, y algunos se pierdan las extraordinarias cosas que ocurren a nuestro alrededor. Para ellos, resulta utópico ver la vida de una forma atemporal, fijando su mente en un momento que, sencillamente no existe.

Nos encontramos con un conglomerado de situaciones que giran en torno a las agujas de un reloj. Citas ineludibles con el trabajo, o cualquier otro compromiso social, requieren de la medición del tiempo. Algo que nos programa, y a algunos les hace sentir como máquinas biológicas, que siguen una y otra vez la misma rutina. Pero vamos a pensar en algo que va mucho más allá de los horarios y la puntualidad. En la línea del tiempo, hay quien se desvía hacia atrás o centra su pensamiento en el futuro, evadiendo el presente. Es uno de los mayores errores de la mente, en el hombre moderno.

Cuando éramos niños, el tiempo sólo era un pretexto que movía las manecillas del reloj. Nuestra cotidianidad no estaba definida por el pasado y el futuro. No mirábamos atrás, ya que vivíamos en constante exploración. A veces, soñábamos e imaginábamos futuros lejanos, que nunca nos preocupaban. La vida, entonces era un impulso emocional, que nos hacía correr hasta lo infinito, para satisfacernos con los caprichos más simples, como disfrutar de un helado o dar patadas a un balón. Ningún niño, cubierto de sus necesidades básicas, se planteaba si era feliz, porque era una pregunta absurda.

Hace miles de años, cuando la esperanza de vida era tan sólo de treinta años, también era absurdo preguntarse qué era la felicidad. Vivir era un don que debían de aprovechar, sin pensar demasiado en otros tiempos que no fuesen presente. El bienestar físico era el objetivo para alcanzar un buen estado emocional. Esto aún podemos observarlo, en numerosas tribus, que viven apartadas de nuestra civilización.

Paradójicamente, cuanto más avanza una civilización, más aumenta el inconformismo social. Y conforme crece la historia, el pasado empieza a cobrar más protagonismo. Es necesario usar el pasado para progresar y aprender de la experiencia , pero no anclarse a él, deseando repetir momentos pasados. Esto es lo que origina el gran problema. Cuando las mentes de los hombres, empiezan a regirse por los dos grandes vectores de pensamiento, el pasado y el futuro.

El niño ingenuo, pero jubiloso, llega a la edad adulta. Y sin quererlo, comienza a girar en la rueda social. Se rige por una serie de máximas, “siembra para recoger un buen futuro”, “prepárate y proyecta un mañana ideal”. Mientras tanto, sin darse cuenta, se va evadiendo del presente que tanto había disfrutado en su infancia..

Es una carrera contra el tiempo, donde algunos quieren saltar el presente lo antes posible, porque sólo hay mil objetivos con un final esperado. Un casa, un coche, una pareja, y un banco para depositar sus ilusiones.

Algunos no son conscientes de lo apremiante que llega a ser su vida. El hombre moderno se reía de aquel campesino de piel ajada, por las inclemencias del tiempo, que se pasaba horas en el campo. Él creía que su vida era mejor, porque vive bajo un techo más moderno, tiene más conocimiento y expectativas. Pero nada más lejos de la realidad, el campesino vivía momentos más felices.

Aquel hombre moderno, metido en un insulso cuadrado de asfalto, bajo un microcosmos que le han impuesto, vive esclavo del tiempo, de las apariencias y del dinero. Es un ser dependiente, víctima de una sociedad de consumo.

Pero lo cierto es que, el hombre moderno, ya tiene todas sus necesidades cubiertas, ya no vivimos con el afán de supervivencia de aquellos cavernícolas. Así que, debemos aprovechar cada instante de nuestra vida, de la forma más positiva, empezando por valorar las pequeñas cosas que nos rodean. Disfrutar incluso del placer que proporciona beber un vaso de agua, darse un baño, ver una puesta de sol, comerse un delicioso pastel, respirar aire limpio, etc.

Debemos dejarnos llevar por la realidad, por el aquí y el ahora. Cualquier cosa puede ser placentera cuando nuestra mente se ciñe al momento. Todo lo que nos rodea puede ser maravilloso. Pero no ayer, ni mañana, sólo aquí y ahora.