Durante un
tiempo, creí en la idea de alcanzar la eterna felicidad en la
independencia emocional, luchando contra esa insoportable levedad del
ser. Pero ni Übermensch, el superhombre
de
Nietzsche podría alcanzar tal propósito para lograr su climax
emocional. El mecanismo de la pérdida persiste, resulta doloroso
perder algo que quieres. Y el miedo aparece sin invitación alguna,
para colarse en los momentos más inapropiados para aprender a amar.
Nadie
nos ha enseñado a amar. El cariño y la protección que recibió
aquel niño, era sólo un manto, muy distinto al verdadero Amor. Algo
que se volvía cada vez más gris, en un mundo donde el sistema de
aprobaciones era el máximo protagonista...
...Y
aún lo sigue siendo.
Nadamos
en un océano de almas y egos, que luchan para encontrar su hueco
existencial, su camino hacia la eterna huella del éxito. ¿Pero
dónde está ese camino? El camino es la gente que nos rodea. No está
escrito en una fórmula, un papel, o un título. Ocho mil millones de
personas son el mapa de nuestra vida.
Cada
persona tiene un mundo que ofrecer, algo que enseñarnos para
continuar el camino. No importa el final, porque después de todo, no
estaremos ahí para contarlo. Lo que importa es conectar nuestras
almas, sin esa opacidad que nos ha regalado la educación de este
mundo asfaltado.
Pero,
la soledad, a veces es necesaria. Sobre todo, al tropezar en ese camino humano, dando vueltas en círculos, como un satélite de alguien
que ya no forma parte de nuestro ciclo vital. Porque la vida es una
constante mutación, y si una pareja comparte nuestra vida, debe
superar cualquier torbellino de las fases vitales. La pareja perfecta
es aquella que avanza en la misma dirección y al mismo tiempo, pero como
dos líneas paralelas, que jamás se cruzan.
Ellos
sabrán amarse sin ser dos medias naranjas, siendo dos seres
completos, pero alimentando algo que está escrito en su ADN, la
dependencia emocional.
Somos
seres dependientes, pero como reza el dicho que mejor describe la
felicidad: “Vive y deja vivir”, porque no hay nada más
excepcional que amar en libertad.