Pero todas las personas que aparecen en nuestra vida lo hacen para enseñarnos algo, algunas pueden convertirse en pequeños maestros que, con el tiempo, nos harán progresar de una manera asombrosa; siempre y cuando no juzguemos a quienes no cumplan nuestras expectativas.
Asumir la responsabilidad de lo que uno dice o hace, es el camino más rápido hacia la madurez. Las culpas... para nadie, porque todos los agravios surgen de la ignorancia, cuando no se entiende que el verdadero enemigo está en nuestro interior.
Culparnos por haber mantenido comportamientos erráticos que dan lugar a una mala comunicación es otra forma de ignorancia, porque siempre actuamos bajo el manto subconsciente que nos hace huir o enfrentarnos al miedo. Debemos de comprender que esas vivencias convertidas en obstáculos, son la palanca que nos impulsa hacia la (r)evolución y hacia una mejor forma de relacionarnos.
No menos importante es aceptar a la gente tal como es; con sus represiones y expresiones, sus miedos y virtudes, su luz y oscuridad. Simple y llanamente, debemos elegir o descartar aquello que aparezca en nuestra vida, pero nunca criticarlo.
Como dijo François Mauriac: "Un mal escritor puede llegar a ser un buen crítico, por la misma razón que un pésimo vino también puede llegar a ser un buen vinagre"