Necesitaba cambiar el rumbo, para no ser un pez muerto
arrastrado por la corriente. En otro tiempo, vivía bajo el longevo
nexo de amor, que daba sentido a una vida arropada por un manto
emocional, capaz de ofrecer bajo un cautiverio, sensaciones de
libertad. Aquella ambivalencia, que ofrecía el enamoramiento, no era
más que una brutal confirmación de la importancia del amor en todo
lo que hacía.
Aquellas emociones sólo estaban relegadas hacia una
persona. Pero el mundo parecía distinto. Y más allá de la obsesión
y la dependencia emocional de aquella experiencia que, algunos la
tildan como mecanismo de supervivencia, había algo más. Algo que
nada tiene que ver con las afinidades reproductivas de los animales,
para perpetuar la especie.
Como un huracán, arrasó muchos enclaves a su paso,
para que se pudiera implantar una nueva ciudad, un nuevo estatus.
Todo pertenecía al cambio, una metamorfosis que destruyó para
construir, para poder evolucionar. Esa era la verdadera importancia
del enamoramiento, que la mayoría de los sociólogos y psicólogos
no han comprendido. Más allá del hambre y la pobreza, es la causa
principal de sufrimiento en el mundo. Pero es una energía creativa. De
ahí, su importancia; ya que contribuye a crear, a evolucionar, a
cambiar, a transformarse, a madurar. Es obvio, que es algo positivo
para la evolución de la propia persona.
Así que, el enamoramiento es un proceso de
cambio, que jamás debe ser confundido con el amor que surge de un
beso, de una caricia, o de los pactos de fidelidad. Tras esa fuerza
creativa, lo verdaderamente admirable es el amor que nos conecta al
presente, que nos funde con las cosas que nos rodean en cada momento,
ese amor que deshace los egos y evapora los miedos. No es necesario
rodearte de alguien para amar, sólo hay que entregarse al presente.
Uno puede vivir en soledad, estar enamorado, o vivir eróticamente
vagabundo, nadando bajo la promiscuidad. Pero nada es constante, el
cambio siempre está presente. Por eso hay vidas que debemos dejar
atrás y ciclos que debemos respetar. Aquellos que finjan que las cosas siguen como antes, mientras que todo ha cambiando profundamente,
llegarán a un punto de no saber lo que quieren. Será el potencial
vital desperdiciado, situaciones de vacío e inconformismo, en las que
amarán lo que un día fue, y odiarán lo que ahora ven.
Todo está cambiando, nosotros también; y sólo
debemos de aceptar esta regla del juego, aceptar el cambio. Porque
llegará un momento en el que debamos de elegir un camino distinto,
sin detenernos a reparar las cosas que ya no siguen nuestros
impulsos, sin pensar en esos futuros con metas volátiles. Habrá que tomar decisiones
firmes y no esperar a que ocurran cosas, porque la vida no es sólo
lo que nos sucede, es lo que elegimos.
Resulta absurdo permanecer inmóvil ante los
cambios. Formamos parte de la misma energía, por eso debemos fusionarnos en ella, marcando nuestro destino. Teniendo en cuenta que, esas personas y cosas que nos rodean, un día se
volverán distintas. Y la capacidad de adaptación es la forma de
fluir con el presente, destruyendo los viejos hábitos.
Hay caminos muy largos para elegir y recorrer, y nada
tiene la capacidad de encadenarnos para siempre, porque también las
cadenas terminan rompiéndose con el tiempo. Sólo nuestro espíritu
permanecerá para siempre.