“Cuanto
más conoces a una persona, más misteriosa e inaccesible se vuelve.
Sabes que debes darle la mano, dar y ceder, relacionarte... Y en
realidad te relacionas con un fantasma. Porque somos fantasmas,
espíritus. ¿Quiénes somos? Eso es aceptar el hecho de que estamos
totalmente solos... Y aceptar que estás solo es aceptar la muerte” Mi
cena con André (1981).
Ser una mera pieza existencial que
completa un mecanismo establecido, o sentir la vitalidad y fuerza que
me arrastra más allá del límite.
A veces, tan sólo tengo que observar y
contemplar todo el arte que me rodea. Cualquier cosa es fuente de
inspiración, como las propias personas.
He conocido a personas aparentemente
demasiado superficiales, muy preocupadas por su imagen, se dejan empujar por viejos ideales,
sueños de una infancia; están perdidas en su tiempo. En un
principio, resultaron ser interesantes para mí, pues suponían un
adentro hacia las profundidades de aquellas superficies tan vanidosas
y envueltas en un ego demasiado susceptible a las aprobaciones del
resto.
Entre toda aquella superficialidad,
apenas podía ver la punta del iceberg, algunas veces derretida por
el alcohol, que siempre encontró la manera de ocultar y degradar la
verdadera naturaleza de la persona. Pero todo aquello te inspira,
porque no ves nada; sólo una capa externa con miles de
interpretaciones.
¿Qué hay detrás de esa capa, llena
de ruido? Algo misterioso, infinito. La emoción más grande jamás
descrita.Todos podrían sentir dicha emoción,
incluso aquellos que, con una abyecta insignificancia, han dejado de
sonreír a la vida.