Páginas

Cautivos

Somos libres para imaginar, para nadar en un océano de posibilidades. Para escoger un rumbo, en dirección a la emoción, al camino que nos hará felices. Sin embargo, estamos viviendo en una sociedad marcada por el inconformismo colectivo.

Tal vez esto ocurra, porque el ser humano, como animal, está programado para sobrevivir, no para ser feliz. Un animal que, bajo el manto del miedo, transportará sus genes, se reproducirá y simplemente morirá.

Es nuestra dualidad interior, en la que habitan la parte animal y las emociones que abrazan nuestra alma, la parte humana. Lamentablemente, en una sociedad donde sólo importa el consumo para alimentar al ego y al poder, es difícil desprenderse de ese lado animal.

Gente alejada del momento presente, buscando ese estatus deseado para cumplir los designios de esta sociedad. Unos estudios, un trabajo, un coche, una casa, una hipoteca, dos hijos, una jubilación holgada, un entierro digno...

…Y, que pase el siguiente, a la fábrica de bípedos.

Así, millones de personas siguen unos ideales que tal vez no deseen realmente, manteniendo unas apariencias de felicidad, mientras se consuelan con las alegrías efímeras. Haciendo caso omiso a su verdadera vocación, viviendo cautivos en una sociedad, que no les guiará hacia la felicidad, sino a un camino anodino, en el que sean productivos, consuman y alimenten el sistema socioeconómico. Y entre todo esto, llegan las crisis, las complicaciones, las huelgas, las protestas, el odio, el miedo, la infelicidad...

Alguno pensará, que no seguir el sistema que dicta la sociedad les arrastrará a la pobreza. Lo cierto es que, sólo las personas felices evolucionan a gran ritmo y pueden conseguir todo lo que se propongan, como el amor y el dinero... Jesus decía “los ricos se hacen más ricos, y los pobres se hacen más pobres”  Y es que, el dinero también es una forma de energía. Una mente que es feliz atrae fácilmente las energías deseadas. El pobre que vive bajo la pesadumbre, no acercará ese tipo de energías, porque se alejará de sí mismo, persiguiendo cosas demasiado ajenas a su alma, como el propio dinero.

Vivir persiguiendo resultados, cifras y aprobaciones, dejando atrás los placeres del único e irrepetible momento presente, poco tiene que ver con el hecho de conectar con tu alma, con la realidad que viene del interior...

¿Por qué la mayoría vive de forma cautiva, sin poder desarrollar todo su potencial, sin poder seguir su instinto, su imaginación para crear? ¿Por qué existen tantos fracasados vocacionales, desde tantas generaciones?

Ya desde la infancia, empieza a regirse un sistema de aprobaciones, que va marcando nuestra forma de actuar. “Come todo lo que haya en el plato o no podrás ir a jugar”, “dale un beso a tu tía, o no habrá regalo”. Buscando aprobaciones para la conformidad de la madre, para que el niño se sienta válido

Es comprensible que ocurra esto, pero no tanto cuando esta práctica continúa en la vida más adulta. Buscará la aprobación en los padres, en sus profesores... Pero también en los jefes, en sus compañeros de trabajo, sus amigos, su pareja. Querrá ser aprobado por toda la sociedad.

Esta necesidad de aprobación, es justamente lo que impide que se desarrolle la capacidad para que una persona pueda seguir su vocación, su libre expresión, su creatividad, su felicidad.

Cuando se abandone este sistema, en el que millones de personas pierden el eje de sus vidas, convirtiéndose en satélites de las necesidades de la sociedad, el mundo será mejor. Porque cada cual vivirá en su pequeño (o gran) universo, comprendiendo que la vida no es algo establecido, sino el mundo que nuestra percepción construya para nosotros.

Albert Enstein dijo una vez: “Intenta no volverte un hombre de éxito, sino un hombre de valor”

La decisión es fácil. Seguir actuando en el papel que te exige esta sociedad, o ser el actor principal de tu propia película.