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Seducción

No son tiempos de "bellas durmientes", que esperan el beso que las despierte. Es tiempo de "hechiceras", que encantan corazones con el artificio, la manipulación y la provocación. Bienvenidos al mundo de la seducción. Tal vez una mentira, o un puro teatro... Pero también un juego divertido, capaz de convertirnos en seres realmente poderosos. Quien conquista a personas, tiene el mundo ganado.



Los mejores seductores, inteligentes, con su aparente frialdad emotiva, enamoran y atraen fácilmente, a personas pasionales que resultan ser la figura contrapuesta de ese seductor. Escribía Miguel de Cervantes: Esa es natural condición de las mujeres, desdeñar a quién las quiere y amar a quién las aborrece” ¿Cuánta verdad hay en esa cita? ¿Sólo le atañe a las mujeres?


Podemos decir que el espectro emocional, tanto en la mujer como en el hombre, es parecido. Pero es el instinto sexual quien les define y diferencia. El instinto selectivo de la mujer y el dominio del placer que existe en el hombre, marcará fuertes diferencias entre ambos. Por eso, con el comportamiento natural, no siempre se alcanzan los objetivos deseados.


¡Cuántos tildarán la seducción de artimaña para matar a la verdadera naturaleza! Y es que, ese corazón salvaje podría estar oprimido en dicha seducción. Pero el verdadero enamorado, de costumbre es exigente, opresivo, y al mismo tiempo, inseguro y tímido. Ese enamorado/a ignora cualquier broma o juego, porque se lo toma todo en serio, y no querrá alimentar esperanzas injustificadas. Esto no sucede con el seductor que, en cambio, disfruta del juego, sabe detenerse a tiempo, esperar, tranquilizar. Jamás creará ansias y miedos. Precisamente por esto, la persona es más fácil que se enamore del seductor que de quien la ama de verdad.


No resulta fácil seducir algo que evoque fuertes emociones. En ese momento, las artes de seducción se vuelven torpes. Surge el conflicto, en el que queremos ser como el cristal, transparentes y puros, siguiendo ese impulso vital que ya no entiende de estrategias. Y esa pasión, a veces, no sabrá elegir el momento más adecuado, ni la palabra, ni el gesto idóneos.


La seducción es una fase de perfeccionamiento, la superación de una prueba para mejorarse a sí mismo. A veces, un juego de lucha interna.


Una vestimenta, un coche, un perfume, un maquillaje... Es una primera carta de presentación, que tal vez cobre más importancia de la que debería. Pero la respuesta a las exigencias estéticas, muchas veces debe ser inmediata. Es la importancia de la primera impresión, donde los ideales se vuelcan hacia su lado más observador y moldeable.


Mecanismos primordiales y engramas genéticos se ponen en marcha. Ojos que se vuelven más luminosos, más lánguidos. Ella se vuelve más suave, paciente y sonriente; él emprendedor, radiante. Al principio, en muchos casos, el amor puro no va a suscitar el interés. Será el juego de seducción quien pondrá las piedras en el camino que les lleve al amor infinito. Todo en búsqueda bilateral, en la que ambos, entre ensayos y errores, podrían alcanzar el milagroso punto de encuentro, donde sus exigencias más profundas se darían la mano. Un deseo, un sueño común, para un gran proyecto.


El conflicto entre espontaneidad y seducción en las mujeres siempre ha sido muy fuerte, ellas saben muy bien la importancia que tiene la seducción. De niñas, se dan cuenta que una simple mirada o una sonrisa, son más útiles que cualquier capricho. Más tarde, comprenden que los hombres son fácilmente seducidos en el plano puramente sexual, que un pecho femenino es capaz de hipnotizar a un hombre hasta hacerle perder el norte. Pero también encontrarán a hombres más inteligentes y fuertes, que permanecen menos inermes ante las provocaciones, mimos y caricias de mujeres mediocres y desprejuiciadas.


Porque siempre hay algo más que la carga erótica, eso que da sentido al mejor encuentro sexual. “Algo tan palpable y tangible como el roce de nuestra piel, no podía compararse con el grito de su alma. Había algo más, entre ideales que se confundían con el nuevo horizonte y la memoria más longeva."

Pablo Bango.