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El vampiro de Avilés

Iglesia de Sta. María Magdalena de los Corros. (s.XII).
Alejada del núcleo de Avilés, estuvo vinculada a una
malatería presente en el camino de peregrinación.
Hasta la década de 1950, la figura del sacamantecas o sacaúntos, formó parte de un miedo colectivo que atemorizaba a gran parte de la población, desde los albores de la Edad Media.

Fue un recurso popular muy utilizado como asustador de niños, al igual que el "hombre del saco" que, para asombro de algunos, nada tienen de leyenda estos personajes, pues fueron tan reales como Ramón Cuervo; el último sacamantecas en España, también conocido como el estripador de Avilés.


La tarde del 18 de abril de 1917, unos niños se encontraban jugando junto a la iglesia de la Magdalena, cuando un hombre de alta estatura, con una cicatriz en su rostro, se acercó a ellos; preguntando por una casa blanca. Los niños no sabían a qué se refería, excepto uno de ellos -Manuel Torres- que aceptó su propina a cambio de acompañarle, creyendo que se refería a la fábrica de productos lácteos donde trabajaba su padre.

Anduvieron por el camino hacia La Ceba, hacia un breñal de la Arabuya. Ambos desaparecieron entre el bosque. Esa fue la última vez que vieron al niño, junto a aquel extraño hombre.





Sendero en el monte de la Arabuya, por el cual ambos se adentraron en el bosque.



El padre de aquel niño, denunció angustiado su desaparición la noche de aquel día. Tras varias horas de búsqueda, unas vecinas encontraron a la mañana siguiente el cadáver del niño entre varios peñascos.

La peña de San Lázaro, presenta diversos escondrijos y recovecos donde el asesino podía dar rienda suelta a su macabra fechoría de forma cautelosa.



El joven de tan solo ocho años de edad, fue encontrado junto a la Peña de San Lázaro. Su cuerpo yacía sin vida rodeado de un rastro de sangre. Dos heridas punzocortantes en su cuello daban un aspecto más terrible para quienes presenciaron aquella escena. La posterior autopsia reveló la ausencia casi total de sangre en su cuerpo.

La prensa local no tardó en hacerse eco de la tragedia, atemorizando a la población, pues algunos aún recordaban el anterior crimen de Francisco Leona -el hombre del saco- tan sólo hacía siete años atrás, en Almería. Un nuevo sacamantecas rondaba la ciudad avilesina.

Pero fue fácil dar con el sospechoso, Ramón Cuervo, alias Ramón de Paulo. Era natural de Santa Cruz de Llanera (Asturias), había emigrado como tantos asturianos a Cuba, para buscar fortuna. Allí trabajó en una papelería, hasta que le diagnosticaron tuberculosis. Aquella enfermedad empezó a marcar el fin de su vida y el inicio de una mente malvada; marcada por la superstición, la brujería y el instinto más cruel de supervivencia.

Numerosos testigos habían visto como acompañó al pequeño Manuel, incluso el farmacéutico recordaba haberle vendido un frasco de cloroformo la mañana anterior al crimen. El testimonio más esclarecedor fue el de otro niño, José Rodríguez, El Carolo, que logró escapar el día del crimen, cuando el asesino le acercó un pañuelo a su cara de extraño olor, con intención de atraparle.

Ramón Cuervo, de 26 años de edad, había llegado a la ciudad con la intención de matar a un niño; y acto seguido, cual vampiro, beber su sangre. Llegó montado en su caballo hasta Avilés, y se alojó en el bodegón de Casa Pachón, en la calle Llanoponte. El sábado día 21, la guardia civil lo detuvo, trasladándolo hacia la cárcel de Avilés, ante la multitud del pueblo, que lo escupían e intentaban linchar.



Antigua cárcel de Avilés (1826-1928),  edificio actualmente usado como oficina de turismo.

La confesión llegó el martes 24, cuando Ramón Cuervo llamó al juez de guardia para declararse culpable. Fue entonces cuando contó que, en Cuba, oyó hablar de brujos negros que todo lo sabían, y uno de ellos llamado -el Negro Francisco- le indicó que bebiendo la sangre de un jovenzuelo se curaría de su enfermedad. Reconoció haber bebido la sangre directamente de la herida del niño.

Nadie sabe si desde aquel encuentro con el brujo, hubo alguna víctima más, antes del pequeño Manuel. Y aún más inquietante es lo que ocurrió días después de su detención

Cuando trasladaban al autor del crimen hacia la cárcel de Oviedo, donde probablemente sería sentenciado a muerte, éste se lanzó del carro que lo transportaba, a la altura de la Consolación. Su cuerpo nunca fue encontrado.



El extraño caso del niño del cementerio de La Carriona.


El niño fue enterrado en el cementerio de La Carriona. Casi un siglo después, lo relacionan con un fenómeno extraño que  ha sido estudiado por varios expertos a nivel nacional. Varios testimonios dicen haber visto a un niño, en actitud desorientada, que pide ayuda para encontrar a sus padres. Después desaparece y no le vuelven a ver.

Cementerio de La Carriona. En la imagen, panteón de la marquesa de San Juan de Nieva, elegida como la mejor escultura funeraria de España.

La historia del pequeño Manuel, un suceso lleno de superstición, ignorancia y miedo; donde podemos preguntarnos hasta qué punto alguien puede ser capaz de perder la humanidad, para salvar su propia vida.




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